Qué difícil es desvincularme de los que me rodean para poder verlos sin que se atraviesen mis expectativas, mis deseos, mis intereses, mis necesidades... Es como hacer zoom out, alejarme para, paradójicamente, verlos mejor.
Una conversación con una amiga, la lectura de una novela y de unas memorias, el ejercicio de recorrer la historia de mi familia y mi propia historia como si se tratara de un relato de unos personajes que activan mi curiosidad... Todo esto se mezcla y se conecta, cambiando mi manera de percibir.
Pensar en los otros, en lo que a ellos les pasa, en lo que pueden estar sintiendo, pensando, experimentando al margen de mi existencia puede abrir una comprensión distinta, una forma real de empatía y, sí, un amor sin condiciones.
He reflexionado sobre esto y lo he puesto en práctica. Esta es la historia que te cuento En Conexión con "Tu vida sin mí".
Gracias por ver y por compartir este video.
Un abrazo,
Carolina.
Hace algunos meses hice varios videos acerca de esas recomendaciones que nos hacen y que nos suenan tan bien... Son buenas recomendaciones, son sensatas, son sabias... Y como no sabemos cómo (expresión vulgar editada) hacerlo, nos sentimos mal, poco evolucionadas/os, poco espirituales!!! "Ámate a ti misma", "Suelta el control", "Confía en ti"... fueron las recomendaciones sabias a las que me referí entonces.
Hoy quiero conversar sobre esta otra: "Actúa desde amor, no desde el miedo". ¿Qué significa eso? ¿Cómo lo hago? ¿Por qué debería hacerlo?
El miedo y el amor son las dos emociones desde las que surgen todas las otras. En esencia, cuando sientes amor tiendes a conectar, unir, integrar; cuando sientes miedo, a separar, dividir, fragmentar. Si sientes miedo es porque ves en la situación, la persona o la experiencia una forma de ataque, una amenaza.
Imagina una reunión de trabajo en la que Martha debe presentar un proyecto de transformación de los sistemas de información. Martha ha trabajado mucho, junto con su equipo, y el proyecto responde a los cambios en el entorno y en la industria. En la reunión están Juan y Pedro, dos integrantes clave del equipo directivo que llevan más de 15 años en la empresa. Cuando Martha presenta el proyecto, Juan responde: "No, eso no va a funcionar; va a ser una inversión inútil, a la gente no le va gustar y la verdad no veo para qué nos metemos en este asunto, si las cosas, mal que bien, funcionan". Pedro dice y pregunta: "Martha, se nota que han hecho un trabajo impecable, gracias por tu esfuerzo y el de tu equipo. Ahora, ¿nos puedes explicar con más detalle lo que han pensado que necesitaremos hacer para implementarlo? ¿Qué necesitarían, tú y tu equipo, de nosotros para facilitar esta transición?
Juan respondió desde el miedo: miedo a no saber, a perder su posición, a perder su empleo, a sentirse inadecuado... Pedro, desde el amor: reconociendo al otro y valorándolo, con curiosidad, dispuesto a aprender, a colaborar, pensando en el bien común...
Supón ahora que el proyecto se va a implementar; ¿para quién crees que será más fácil? ¿quién será un agente de integración y quién, uno de fragmentación?
Claro, aunque podemos entender qué significa y por qué es mejor actuar desde el amor... Sigue sonando a recomendación sabia porque no sabemos cómo...
En este video, hablaremos de cómo identificar nuestra forma de actuar desde el amor o desde el miedo y también, sobre cómo elegir cada vez más acciones amorosas...
Paso 1: Identifica en tu cuerpo cuando se contrae... el miedo está ahí. ¿Cuál es la amenaza que percibes?
Paso 2: Para, respira. Conéctate con la intención de ver esa situación de una manera diferente. Date cuenta de cómo se transforma tu disposición corporal...
Paso 3: Elige una acción distinta de la reacción habitual desde el miedo. Elige y actúa desde el amor.
Un abrazo,
Carolina.
Los dos son muy, muy poderosos tanto para crear belleza, bondad y verdad, como para destruir, reducir, dañar. Hoy quiero habitar en la reflexión sobre el poder destructivo.
"Deja de juzgar": esta instrucción está presente en todas las prácticas religiosas y espirituales. Siempre llegamos allí: necesitamos dejar de juzgar.
¿POR QUÉ?
La habilidad de juzgar nos permite tomar decisiones, así que parece necesaria para vivir; desde la mejor ruta para llegar al trabajo hasta qué alimentos tomamos o cuál es la mejor manera de invertir nuestro dinero... Estos juicios son necesarios y si fortalecemos nuestra habilidad de juzgar con fundamento, sin duda tomaremos mejores decisiones. No creo que la instrucción "Deja de juzgar" se refiera a este tipo de juicios...
Creo que se refiere a los juicios que hacemos de nosotros mismos, de los otros, de las experiencias o circunstancias con la intención de silenciar, ocultar, disimular, evadir nuestro miedo.
En Un curso en milagros sólo se habla de 2 emociones: el amor y el miedo. Del miedo se derivan la rabia, la tristeza, la impotencia, la incertidumbre, la desconfianza... Y no sabemos hablar de nuestro miedo, nos avergüenza. ¿De dónde surge la vergüenza de sentir miedo? Creo que la respuesta tendría que considerar múltiples caras, así que elijo una, sólo una ahora.
Dos modelos: el caballero y la dama. Modelos de heroísmo para hombres y mujeres que se fundan en la valentía y la perfección, respectivamente. Tanto en la idea de valentía como en la de perfección, el objetivo es que no se note el miedo: los hombres actúan como si no lo sintieran y así controlan a sus enemigos y las circunstancias; las mujeres actúan como si no lo sintieran y así controlan su apariencia y las circunstancias.
Y como el miedo debe ocultarse, disimularse, silenciarse o evadirse lo que hacemos, entre muchas otras cosas, es juzgar: juzgarnos, juzgar a otros y juzgar la vida. Estos juicios quieren reducirlo todo, volver la compleja realidad algo manejable, algo que podamos controlar.
Entonces cuando digo de mí: "soy muy indisciplinada", lo hago para ocultar el miedo que siento por no lograr terminar ese proyecto y que las personas con quienes trabajo me hagan reclamos y yo me sienta culpable... Puedo decir también: "es que fulanita es incompetente" o "este trabajo es inútil".... o cualquier otro juicio que me ayude a ocultar mi miedo y a reducir la complejidad de la situación a un tamaño que yo pueda controlar.
Cuando se trata de los juicios sobre otras personas, silenciar los propios miedos y no querer reconocer los miedos que pueden mover al otro es mi objetivo principal. Cualquier cosa antes que entrar en una conversación profunda sobre lo que nos pasa, cualquier cosa antes que admitir nuestra vulnerabilidad frente a nosotros mismos o frente a otros.
¿CÓMO?
Darme permiso para aceptar mis miedos ha sido una de las acciones más poderosas y sanadoras que he aprendido en los últimos tiempos. Te invito a hacer el ejercicio. Date cuenta de si disminuye tu necesidad de emitir juicios después de darte permiso de aceptar tus miedos.
Ahora es tu turno, recuerda que no hay aprendizaje sin acción:
Después de hacer este ejercicio, observa si tu necesidad de juzgar disminuye... Yo creo que lo hará.
Un abrazo enorme,
Carolina.
Las implicaciones de esta idea son enormes!!! Voy a quedarme con dos para esta reflexión.
Si todo sufrimiento es una venganza contra aquel que no he perdonado, entonces:
Cuando pienso en la palabra "venganza", en mí como alguien que quiere vengarse experimento resistencia total... Creo que esa es la mejor estrategia de mi ego para que evada asumir mi responsabilidad por mi sufrimiento, por mi rabia contra otros, por la proyección de mi culpa... En fin, puede ser más fácil quedarse con que la causa es lo que el otro hace, hizo o hará, el virus o la crisis económica, la alcaldía y la corrupción, el gluten!! Cualquier otra cosa distinta de mí!!
Mi venganza tiene esta formulación: "Yo sufro por tu culpa, así que sufre por hacerme sufrir". Ese otro puede ser el primer amor, el ex esposo, el padre, la madre, el hermano consentido... Cualquiera que, en su momento, hayamos considerado el causante de nuestras heridas; cualquiera que en nuestras historias haya protagonizado como el villano.
Lo que no vemos es esa partecita del "yo sufro"... Puede pasar que ese otro ni se entere de mi sufrimiento y que, si se entera, no sienta que tiene responsabilidad alguna. Así que mi venganza es vana; mi sufrimiento, inútil.
No sé si me inventé este recuerdo, pero en mi memoria está uno de los personajes de Chespirito diciendo: "La venganza nunca es buena, daña el alma y la envenena." Tiene toda la razón, mi sufrimiento-vengador me hace daño a mí, envenena mi alma...
Cuando terminamos una relación podemos entrar en el deseo (inconsciente, claro... o no tan inconsciente, a veces) de que el otro sufra, de que no la pase bien para que valore lo que perdió, para que se arrepienta!! En verdad hay mucha rabia en nuestra mente loca...
Como rastrear la rabia es tan difícil, podemos ver qué tan felices somos, cómo está nuestra salud... Y también podemos darnos cuenta de si nos alegra o no saber que esos otros (el ex, la mamá, el papá, el hermano...) son felices.
Digamos que lo que esta idea deja en nuestras manos es un "rencorómetro", un medio para ver qué tanto y a quiénes necesitamos perdonar para ser, en verdad, felices!!
Un abrazo,
Carolina.
Comienzo con la primera parte: "Yo doy más que el otro". Lo primero que veo es que la idea implica una injusticia: es injusto que uno dé más que el otro. Es injusto porque si yo doy más, yo quedo con menos... La idea sería que el otro me dé lo mismo que yo doy para que yo no sufra pérdidas. ¿Eso tiene sentido? Mmmmm, desde la creencia en el amor como algo finito, como un recurso agotable, tendría sentido... Sin embargo, el amor no es finito, no se agota. Es más, en las leyes espirituales, que son las que "regulan" el amor, cuanto más amor das, más amor tienes.
Luego está el asunto del "más", este adverbio de cantidad implica que tenemos un referente y un sistema de medición, algo así como un "amorómetro" con asignación de puntos por categorías... -Recogerte en el aeropuerto: 15 puntos -Llevarte a la casa: 5 puntos -Acompañarte a un asado familiar: 30 puntos -Acompañarte a un asado de tus amigos de la universidad: 7 puntos... Si no tenemos estos referentes ni este sistema, ¿cómo sé quién está amando más, dando más? Espero que puedas ver el absurdo de esta idea!!
Finalmente está el asunto del "otro"... Resulta que cada uno de nosotros es único: tenemos formas únicas de expresarnos, de sentirnos, de actuar, de pensar. Cuando comparo mi manera de amar con la del otro, estoy implicando que el otro debería ser como yo; no estoy reconociendo lo que lo hace único, diferente de mí. Estoy esperando que exprese, sienta, actúe y piense como yo. Si, por ejemplo, el otro gana más dinero que yo y me invita a comer a restaurantes finos, ¿doy menos amor si lo invito a un picnic al parque con sándwiches que preparé en casa? Si yo soy más introvertida y no disfruto mucho los espacios sociales con más de 6 personas, ¿amo menos si no voy con él a una fiesta en bar de música electrónica? Creo que tenemos expectativas construidas desde la identidad propia, que consideramos la medida y la forma correcta.
Muy bien, ahora veamos la declaración: "por eso decidí que ahora yo soy mi prioridad". Aclaro que creo completamente en que cada uno de nosotros debe ser el centro de su vida, esto significa que mi felicidad o mi infelicidad no estén en manos de otro, sino en las mías. Pero esa declaración no implica que yo sea el centro... Implica que protegerme y ser precavida con el "amor que doy" es lo que me hace feliz y, la verdad, esto sí lo pongo totalmente en duda: eso es miedo, no amor.
Algo más grave aún: implica que la persona con la que ahora estoy debe "pagar" la deuda de mis relaciones anteriores... No sólo debe estar dispuesta a recibir poco de mí, sino que debe estar dispuesta a darme muuuuuchooooo para que yo recupere todo ese amor que perdí dando y dando en el pasado.
Amar es conocer y darnos en extensión: te conozco, te veo como un otro con quien comparto la humanidad y la divinidad, siendo cada uno expresión diferente de humanidad y divinidad. Sé que el amor que soy no tiene límite y que sólo es real para mí cuando lo expreso, por eso cuanto más amor doy, más amor tengo... Tú y yo juntos somos una experiencia nueva; yo soy una persona nueva contigo: nos afectamos mutuamente. Quiero conocerte y conocerme ahora. Es ahora, en este presente, siendo fiel a mí misma, cuando elijo amarte y expresarte mi amor como sólo yo puedo expresarlo, sin condiciones que limiten mi poder de amar...
Un abrazo amoroso... Y te invito a ver el video-blog en mi página de facebook...
Hoy, después de años de trabajo personal y de acompañar a otros, me doy cuenta de lo difícil que es para mí remover mis barreras, de lo difícil que es para la mayoría de nosotros. Por ejemplo, una de mis barreras es pensar en cómo no quedar en deuda cuando alguien que me ama me da algo, me hace un regalo. Claro, puedo rastrear en mi historia el origen de este miedo a quedar en deuda... Y eso me sirve para perdonar y perdonarme, lo que hace más fácil el aprendizaje; pero necesito hacer algo diferente si en verdad quiero remover la barrera. Y es esa acción diferente la que me cuesta.
En el ejemplo de "no quedar en deuda" mi acción diferente es interna y externa a la vez: externamente puedo decir "gracias, me encanta" y celebrar el regalo; internamente, necesito parar a mi mente que comienza a calcular formas de devolver, de pagar, de dar algo proporcional... no porque quiera regalar o dar, sino porque necesito ponerme a paz y salvo... Podría decir sólo "ponerme a salvo".
Yo elegí aprender a amar; estoy aprendiendo a remover mis barreras... Cuando mi mente se pone en modo "calcular para ponerme a salvo" y me doy cuenta (me doy cuenta porque dejo de sentirme feliz de haber recibido un regalo: perder la alegría y la paz son los indicadores clave), entonces le digo a mi mente con firmeza: "No peque, por ahí no te vas a ir..." (le digo "peque" porque esa mente es la de mi pequeña yo). Y elijo una ruta diferente... Mi cuerpo se relaja, recupero la alegría y disfruto del regalo. Curiosamente al actuar así, quien me da el regalo también se siente feliz porque yo recibo el amor que me expresa, no lo bloqueo.
El amor incondicional no da pidiendo algo a cambio. El amor incondicional es el verdadero amor, del que poco sabemos, porque hemos inventado locas definiciones del amor. Incluso con el amor de Dios; nos cuesta mucho aceptar que Dios nos ama. (punto), no que Dios nos ama si... somos buenos, hacemos el bien, nos sacrificamos, etc. Y resulta que nosotros también podemos amar así y ser amados así: incondicionalmente. Este es nuestro gran aprendizaje, el de todos... Necesitamos REINVENTAR EL AMOR...
Ahora es tu turno, recuerda que no hay aprendizaje sin acción:
Identificar las barreras que fabricamos es un gran primer paso, por ahora, trabaja en esto: en ver las barreras. No puedes remover algo que no ves...
La caricia dulce, suave, gratuita tiene inmenso poder: sanar el alma.
El fin de semana pasado recibí un regalo maravilloso envuelto en pieles de distintos colores, pieles de mujeres que venían de distintos lugares del país y que, reunidas por una causa dolorosa y noble al mismo tiempo, se permitieron sentir su cuerpo a través de la música y el movimiento, sentir sus emociones a través del cuerpo y sentir las caricias llenas de admiración y cariño que otras mujeres, comprometidas y humildes, les regalamos desde nuestros corazones conmovidos.
No sé quienes, en este encuentro de sentires, de pieles y de caricias, resultamos más bendecidas. Al final de la jornada, sólo era cierta la mutua gratitud.
Hay mujeres en nuestro país y en el mundo entero que no conocen las caricias; que reciben golpes o que son tocadas sólo cuando el otro quiere sexo. Esta carencia de caricias no distingue clase social, color de piel, región del país, nivel educativo... Esta necesidad de contacto amoroso no es una necesidad del cuerpo, sino del alma.
¿También necesitamos aprender a acariciar? Sí... Hay mucho dolor grabado en el cuerpo, que es dolor del alma. Sólo las caricias, el movimiento, la música y escuchar la voz de la piel y los tejidos pueden sanarnos. Hablar y explicar desde la mente no sirve de mucho... Sentir, palpar, conectar, danzar, cantar, tocarnos el cuerpo y el alma con amor y cuidado: este es el camino.
Hoy me despido con una caricia...
Carolina.
A veces siento que mi trabajo como consultora es como "algo al margen" de mi verdadero camino. Sin embargo, la vida abre posibilidades a ese lado de la margen una y otra vez, por lo que me veo obligada a pensar en cómo vivo mi propósito integralmente: en todos los dominios de mi vida...
Ahora mismo estoy en Ibagué, una ciudad pequeña de Colombia, acompañando a los líderes de una empresa y a sus equipos a conversar sobre cómo alcanzar sus objetivos a partir de relaciones de verdadera colaboración que hagan de sus 44 horas semanales dedicadas al trabajo algo que los entusiasme y los satisfaga... Mmmmm... Sí, esta es una manera de ayudar a restablecer la conexión, sin duda.
Cuando encuentro sentido para mis acciones diarias mi manera de realizarlas cambia completamente: siento alegría y mi disposición es a disfrutar y a aprender. Si, por el contrario, no veo este sentido, me cuesta levantarme, me quejo con más frecuencia, quiero que termine pronto y me canso mental, física y anímicamente. No me gusta sentirme así... Y me doy cuenta de que es fácil caer por el precipicio del sin-sentido.
¿Qué hace que vivamos una vida con sentido? Esta ha sido una pregunta que las filosofías y religiones del mundo a través de la historia se han hecho una y otra vez. Claro, últimamente nos ocupamos mucho de "ser felices"... Buscar la felicidad no necesariamente conduce a vivir una vida con sentido; por otra parte, vivir una vida con sentido sí nos hace felices, aunque no sea fácil, aunque no siempre tengamos "lo que queremos"... Por eso creo necesario volver una y otra vez a la pregunta por el sentido...
Pertenecer y sentirnos vinculados, salir de nosotros mismos y servir a otros, conectarnos con algo más grande que nos contiene y nos guía, contar la historia de nuestra vida como un regalo para otros, tener una actividad que nos inspire y que contribuya a la belleza, la bondad y la verdad de la Vida... Para mí, las claves del sentido están en estas condiciones. También en la decisión, consciente y activa, de vernos y re-configurarnos una y otra vez para que la vida que vivimos sea cada vez más parecida a esa vida que anhelamos.
Hoy quiero invitarte a que notes cuándo te sientes conectada, conectado, al sentido y cuándo no: qué sientes diferente, cómo actúas diferente... Sólo observa, con amorosa curiosidad, con auténtico deseo de comprender...
Un abrazo,
Carolina.
Resulta que mi hijo ve los videos de Germán, Germán tiene perrito... Y Germán tiene opiniones... Mmmmmm... Mi hijo lo admira, así que para él, este Youtuber es una figura de autoridad cuyas opiniones son importantes. Sip, un tema complejo para las madres y los padres hoy...
Sin embargo, de lo que quiero hablar no es de mi hijo y la influencia de Internet; quiero hablar de cómo yo - y quizás tú también - reacciono muchas veces movida por fuerzas que no son mías, que no están en mí: no actúo libremente.
Me imagino como una marioneta: los hilos que me mueven son mi emociones, así como mi hijo lloró y me reclamó movido por la rabia y el miedo. Esos hilos están atados a una estructura, unas creencias, ideas u opiniones de donde salen mis emociones; como la idea de que el entrenamiento le cambia la personalidad a los perritos. Y esa estructura es movida por alguien, por el titiritero... Cuando no soy consciente del origen de mis emociones ni de mis actos, el titiritero no soy yo... En esos momentos no soy libre: le he dado mi poder de elegir a otro u otros que, cuando no tenemos 8 sino 44, suelen estar cómodamente instalados en nuestra mente. Son como esos arrendatarios que se apropian de las casas después de muchos años de vivir allí sin que nadie haya reclamado la propiedad.
Ejercer mi libertad implica reclamar la propiedad de mi casa, de mi mente. Requiere esfuerzo y perseverancia porque no hay usurpador que quiera irse por las buenas!! El resultado es la autonomía: yo soy la autoridad en mi vida. (NOTA: no se trata de "hacer lo que se me da la gana", sin importar qué pase con los demás. Desde mi respeto por los demás y por mí misma, elijo con amor y cuidado.)
Mi hijo tiene 8, su criterio está en formación. Claro, a veces me veo reaccionando y... creo que mi criterio sigue en formación. En estas ando, observándome con amorosa curiosidad, haciendo ajustes en mis acciones, sacando a los malos inquilinos... Reclamando mi autonomía, mi libertad.
La libertad es el tesoro que encontrarás en la Aventura Amorosa... PRÓXIMAMENTE!!!
Un abrazo,
Carolina.