El malo de la historia

Carolina Alonso C.

Las historias para niños solían (eso ha cambiado también) tener definidos con claridad a los buenos y a los malos. Digamos que en la infancia necesitamos esos modelos nítidos, mas cuando crecemos y empezamos a comprender la complejidad de la vida, las distintas capas y los momentos e inquietudes de los personajes, nuestra manera de "juzgar" lo que hacemos y hacen los otros debería moverse de los extremos de "bueno" o "malo" para entrar en esa zona de menor definición y mayor comprensión... Y... no pasa.

Esta mañana, durante mi meditación-oración llegaron a mi mente, mis tres muertos: Jaime Rubio, mi Nana y mi Papá  (Jaime fue mi profesor y mentor durante mi Maestría en Filosofía, luego fue mi amigo y creo que fui su confidente y amiga).  Y quise agradecerles; a Jaime y a mi Nana es fácil darles las gracias, a mi Papá... Bueno, pues me quedé pensando en él y en cómo se volvió el malo de la historia en mi familia, --posición que después ocupé yo, por cierto--.

En 1995 mi papá y yo hicimos un viaje solos, estuvimos en Orlando y Tampa durante una semana y luego estuvimos en México. Durante ese tiempo, lejos de mi mamá, mi hermano, la Nana, la empresa, yo pude conocer a otra persona, a esa persona que era más que mi papá. Me contó historias de su infancia y de su familia, nos reímos como niños en los parques, comimos perros calientes sentados en los andenes... Otra persona, un ser humano que me gustó mucho. Luego volvimos y cada uno retomó su rol y sus funciones dentro del sistema familiar. Pero yo atesoré esos recuerdos, porque yo quería amar a mi papá... En los últimos años de su vida, mi papá dejó de ser el malo de la historia, su rol cambió; también conservo muchos recuerdos de ese último tiempo.

Lo que agradecí hoy a mi papá fue haber ocupado ese rol del malo, porque en todas las historias se necesitan estos personajes y hoy creo que aceptar ese papel es un acto de amor.  Al contar ahora la historia, puedo comprender la complejidad, hoy sé que no hubo ni hay malos ni buenos, pero mientras vivimos como personajes de esa familia, nos juzgamos unos a otros buenos y malos.

Yo pude amar a mi papá, pero no supe cómo relacionarme con él de una forma distinta de la que establecimos desde siempre. Los aprendizajes a veces nos llegan tarde... Mas con su alma me siento en paz, incluso creo que anda por aquí, insistiendo en que siga des-cubriéndolo, en que continúe viendo más allá  del personaje...

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