Espacio para el dolor...¿por qué, para qué, cómo?

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El dolor tiene muchas formas... A veces es tensión, otras es miedo, puede ser frustración, también tristeza... Muchas caras de un personaje que quiero sacar de mi historia, pero que insiste e insiste hasta que lo dejo entrar. Últimamente tiene la forma agotamiento. Mis días comienzan temprano: alistar la lonchera, hacer el café, preparar el desayuno, despertar a mi hijo, evitar que mi perro se coma su desayuno mientras lo convenzo amorosamente de abrir los ojos, de vestirse, de cepillarse pelo y dientes... Antes de las 6:30 siento el deseo de volver a la cama, de dormir un par de horas más, pero... un día de múltiples aros en el aire me espera. Anoche cerré el día con la reunión de administración del edificio. A las 9:30 comencé a ver una bella película -llevada semanas sin sentarme frente al televisor- llamada El sueño de Disney. Estuve tentada a no verla, hasta que me dije: "Me siento agotada, aquí está el dolor, así que voy a disfrutar esta historia, este momento sólo para mí, para hacer algo que me encanta", porque dormir no es la forma como mi agotamiento se disipa, yo necesito nutrir mi alma con algo bello, con una historia llena de emociones diversas que me conecte con mi propia historia llena de emociones diversas... 

Así que sólo cuando admito que algo me duele y escucho la necesidad de la que ese dolor me advierte, puedo hacer algo para transformar esa emoción en otra. El dolor es un mensajero que dejamos parado en la puerta de nuestras vidas hasta que su insistencia nos vence. Sin embargo, muchas veces elegimos no dejarlo entrar: trabajamos más, hacemos más, comemos más, bebemos más, vemos más televisión, permanecemos más tiempo en las redes (interesante: las redes nos atrapan...), más, más, más de todo parece ser nuestra opción para no dejarle espacio al dolor. Como si al llenar la vida de más y más garantizáramos que no quede espacio. 

Quizás entonces se trata de poner el "menos" en nuestros criterios de elección... ¿Por qué? Porque el dolor no escuchado se convierte en desequilibrio: físico, mental, emocional y espiritual. Aunque somos expertos en agarrarnos de lo que sea para no ceder ante el evidente desequilibrio, tarde o temprano, caemos.

¿Para qué? Para restablecer el equilibrio. A la medianoche había silencio, sólo oía la respiración de mi perro. Entonces pude escuchar mi necesidad de "menos"... ¿Qué puedo restarle a mi lista de tareas? ¿Qué puedo pedir que otros hagan? ¿Qué puedo hacer después? Mmmmm...  ¿Qué necesito para sentirme tranquila? Pude cerrar los ojos y escucharme. El agotamiento se fue; ya había dado su mensaje. Desperté aliviada, es decir, liviana... Claro, quisiera dormir otro rato, pero este cansancio es distinto del agotamiento: cuando algo se agota significa que ya no hay más, que están los restos; y cuando me siento agotada, hago y hago con los restos de energía, de creatividad, de conexión, de habilidad... Por eso me demoro más, cometo errores, no veo cosas, no estoy presente... 

¿Cómo? Crear espacio para el dolor implica "sacar" otras cosas de la casa; sí, "menos" es la palabra clave. Menos de aquello que llena de ruido y frenética actividad la vida, de lo que nos distrae de nosotros mismos... Así tendrá espacio el dolor (y las necesidades que nos quiere mostrar) de los otros, de los seres que amamos. Podrá tener espacio el silencio, la conexión, la escucha, la contención: el cuidado. El auto-cuidado y el cuidado de los otros. Restablecer el equilibrio, nutrir el cuerpo, la mente, el corazón y el espíritu... 

El dolor es nuestro aliado aunque la cultura en la que vivimos se empeñe en decirnos que es el enemigo... 
Un abrazo amoroso,
​Carolina.