Las implicaciones de esta idea son enormes!!! Voy a quedarme con dos para esta reflexión.
Si todo sufrimiento es una venganza contra aquel que no he perdonado, entonces:
Cuando pienso en la palabra "venganza", en mí como alguien que quiere vengarse experimento resistencia total... Creo que esa es la mejor estrategia de mi ego para que evada asumir mi responsabilidad por mi sufrimiento, por mi rabia contra otros, por la proyección de mi culpa... En fin, puede ser más fácil quedarse con que la causa es lo que el otro hace, hizo o hará, el virus o la crisis económica, la alcaldía y la corrupción, el gluten!! Cualquier otra cosa distinta de mí!!
Mi venganza tiene esta formulación: "Yo sufro por tu culpa, así que sufre por hacerme sufrir". Ese otro puede ser el primer amor, el ex esposo, el padre, la madre, el hermano consentido... Cualquiera que, en su momento, hayamos considerado el causante de nuestras heridas; cualquiera que en nuestras historias haya protagonizado como el villano.
Lo que no vemos es esa partecita del "yo sufro"... Puede pasar que ese otro ni se entere de mi sufrimiento y que, si se entera, no sienta que tiene responsabilidad alguna. Así que mi venganza es vana; mi sufrimiento, inútil.
No sé si me inventé este recuerdo, pero en mi memoria está uno de los personajes de Chespirito diciendo: "La venganza nunca es buena, daña el alma y la envenena." Tiene toda la razón, mi sufrimiento-vengador me hace daño a mí, envenena mi alma...
Cuando terminamos una relación podemos entrar en el deseo (inconsciente, claro... o no tan inconsciente, a veces) de que el otro sufra, de que no la pase bien para que valore lo que perdió, para que se arrepienta!! En verdad hay mucha rabia en nuestra mente loca...
Como rastrear la rabia es tan difícil, podemos ver qué tan felices somos, cómo está nuestra salud... Y también podemos darnos cuenta de si nos alegra o no saber que esos otros (el ex, la mamá, el papá, el hermano...) son felices.
Digamos que lo que esta idea deja en nuestras manos es un "rencorómetro", un medio para ver qué tanto y a quiénes necesitamos perdonar para ser, en verdad, felices!!
Un abrazo,
Carolina.